Debido al apretado programa de Literatura de 2º de Bachillerato, no podemos dedicarle el tiempo que se merece a otros poetas románticos que merecerían un estudio más detenido.
martes, 15 de febrero de 2011
Pierce Shelley y su "Adonais"
Os incluyo también algunas estrofas del poema “Adonais”(os recuerdo que pedisteis en clase que os leyera algunas estrofas) sin duda uno de los más bellos de la poesía europea, dedicado por Shelley a la muerte del igualmente extraordinario poeta romántico inglés, John Keats, fallecido en Roma en 1821, a los veinticuatro años, y, a decir de Shelley en la introducción a la edición londinense de su poema, a causa del dolor que le produjeron las mal intencionadas críticas vertidas en Inglaterra sobre su poema “Endymión”.
Como arrastrado por el mismo destino trágico de los románticos, Shelley murió también cruelmente al año siguiente, el 8 de julio de 1822, al naufragar la embarcación “Ariel” cerca de La Spezia, en Italia, país donde vivió los últimos años de su vida, que no llegó a completar los treinta. Su cuerpo fue devuelto por el mar a la costa y Lord Byron, con quien había compartido andanzas en Italia, lo incineró en una pira en la que vertió sal, aceite e incienso.
La vida de Shelley, como la de casi todos los literatos del Romanticismo, estuvo marcada por una época histórica de convulsa transición entre la sociedad del antiguo régimen, aristocrática e inmóvil, y el mundo contemporáneo, que en aquel momento asoma en medio de movimientos utópicos y revolucionarios. El poeta había nacido el 4 de agosto de 1792 en Field_Place (Condado de Sussex) en el seno de una familia noble y acomodada. Debido a ello recibió una muy esmerada educación primero en Eton y luego en Oxford, de donde fue expulsado por publicar un incendiario panfleto titulado “Necesidad del ateísmo”. Esto ya da bastantes pistas sobre cuáles eran los planteamientos ideológicos de Shelley, que siempre se situará como defensor de un liberalismo extremo, de raíz volteriana y expresado además en una actitud vital tan anarquista como estéticamente aristocrática.
Shelley se casó tempranamente con Harriet Westbrook, con quien tuvo dos hijos. Este matrimonio tan apenas duro un par de años, muy posiblemente debido a los continuos escarceos amorosos del poeta. Shelley parecía precisar una vida cercana a la novela. Poco después de su separación de Harriet (que acabaría suicidándose), escapa a Suiza con Mary Godwin –Mary Shelley- , hija de William Godwin, pensador y escritor inglés que ejerció una notable influencia en él. Después de un breve regreso a Inglaterra, el poeta marcha a Italia, viviendo en diversas ciudades. En una de ellas, Pisa, conoció a Emilia Viviani, a quien está dedicada otra de sus más célebres creaciones, el poema “Epipsychidion”, y seguramente la que mejor expone la visión de Shelley sobre el sentimiento amoroso como una forma de aspirar a la libertad absoluta, aunque ésta al final nunca aparece como posible. Tanto esta concepción del amor, como la de la libertad en cuanto valor personal y social inapelable y básico, así como la constante aspiración de Shelley al Conocimiento y a la Belleza, - representados así, con mayúsculas, y bien apreciables también en la elegía a Keats- se sostienen sobre una formación intelectual enraizada en las fuentes greco-latinas, así como en los empiristas ingleses y los enciclopedistas franceses.
Dejo aquí algunos fragmentos del principio y del final de Adonais, tomados de la traducción de Vicente Gaos, que siempre me ha parecido muy hermosa, publicada hace ya muchos, muchos años en la Colección Austral (1954), y que conservo, completamente amarillas ya las páginas, con la dedicatoria de una querida amiga:
I
Murió Adonais y por su muerte lloro.
Llorad por Adonais, aunque las lágrimas
no deshagan la escarcha que les cubre.
Y tú, su hora fatal, la que, entre todas,
fuiste elegida para nuestro daño,
despierta a tus oscuras compañeras,
muéstrales tu tristeza y di: conmigo
murió Adonais, y en tanto que el futuro
a olvidar al pasado no se atreva,
perdurarán su fama y su destino
como una luz y un eco eternamente.
II
Oh poderosa madre, ¿dónde estabas
cuando él murió, cuando cayó tu hijo
bajo las flechas que lo oscuro cruzan?
¿En dónde estaba la perdida Urania,
cuando él murió?... Con sus velados ojos
permanecía atenta entre los Ecos,
allá en su Edén… De nuevo vida daba
alguien, con suave y amoroso aliento,
a todas las marchitas melodías,
con las que, como flores que se mofan
del sepulto cadáver, adornaba
el futuro volumen de la muerte.
III
Llora por Adonais puesto que ha muerto.
Oh madre melancólica, despierta,
despierta y vela y llora todavía.
Apaga cerca de su ardiente lecho
tus encendidas lágrimas y deja
que tu clamante corazón, lo mismo
que el suyo, guarde un impasible sueño.
El cayó ya en el hueco a donde todo
cuanto hermoso y noble descendiera.
No sueñes, ay, que el amoroso abismo
te lo devuelva al aire de la vida.
Su muda voz la devoró la muerte,
que ahora se ríe al vernos sin consuelo.
LIV
Esa luz que ilumina el Universo
con su sonrisa, esa Belleza siempre
inagotable que circula en todos
los seres, esa Gracia que no extingue
la oscura maldición del nacimiento,
ese Amor perdurable que traspasa
con su luciente o turbio ardor la tela
de la existencia, urdida ciegamente
por hombres, animales, vientos, tierra
y mar –espejos todos del gran fuego
que en un total anhelo los enciende-,
ahora destella sobre mí y consum
de la mortalidad la última niebla.
LV
El poderoso aliento que he invocdo
en este canto, sobre mí desciende.
La barca de mi espíritu es llevada
a gran distancia de la orilla, lejos
del miedoso tropel cuyos navíos
jamás la vela a la tormenta dieron.
Se resquebajan la maciza tierra
y los redondos cielos. Soy raptado
a una temible lejanía oscura…
Mientras el alma de Adonais, que arde
como un astro, a través del postrer velo
del firmamento, brilla y me ilumina
desde la estancia de los Inmortales.
lunes, 14 de febrero de 2011
Biografía de J.Keats
JOHN KEATS
John Keats nació en Finsbury Pavement el 31 de octubre de 1795, a las afueras de Londres. Se quedó huérfano de padre a los siete años y al poco tiempo su madre volvió a contraer matrimonio, aunque no tardaría mucho en abandonar al marido e irse a casa de su madre a vivir.
Allí el poeta fue a una buena escuela y antes de los quince años ya estaba empapado de clásicos y traducía a Virgilio. Sin embargo murió la madre en 1810 de tuberculosis, dejándole a él y a sus hermanos al cuidado de su abuela.
La abuelo nombró un tutor legal para Keats, quien le hizo abandonar la literatura y dedicarse a la práctica quirúrgica, pero a pesar de su graduación en farmacia no dejó de apasionarse por la poesía.
Su "Introducción" a la obra de Edmund Spenser, concretamente La Reina de las Hadas, supuso para Keats un punto de inflexión en su desarrollo literario e inspiró la creación de su primer poema:A imitación de Spenser.
Enseguida conoció al poeta Leigh Hunt, embarcado en la defensa del Romanticismo; trabó amistad con él y este lo introdujo en el selecto círculo de los más destacados poetas de su época comoPercy Bysshe Shelley y Lord Byron, con los cuales amistó también.
Leigh Hunt publicó su "A imitación" en 1816 en su periódico Examiner, así como sus primeros sonetos, "Oh, soledad si pudiera morar contigo" y "Al examinar por primera vez la traducción de Homero por Chapman", inspirado en la lectura de la Iliada y la Odisea traducidas por George Chapman en el siglo XVII; un año después publicó su primer poemario completo bajo el sencillo título de Poemas (1817); esta primera colección no fue muy bien acogida principalmente por su relación con el controvertido editor.
La tuberculosis fue el peor enemigo del autor, ya que diezmó a su familia y acabó con su propia vida.
Su hermano Tom murió de esta enfermedad en 1818 y Keats se traladó a vivir a Londres a casa de su amigo Charles Brown. Allí conoció a Fanny Brawne, quien había estado viviendo en la casa de Brown con su madre, y, al poco, se enamoró de ella. La publicación póstuma de la correspondencia entre ambos escandalizó a la sociedad victoriana Entre tanto, durante la primavera y el verano de 1819, Keats escribía sus mejores poemas: "Oda a Psyche"', "Oda a una urna griega" y "Oda a un ruiseñor", piezas clásicas de la literatura inglesa, que aparecieron en el tercero y mejor de sus libros, Lamia, Isabella, la víspera de santa Inés y otros poemas (1820).
El primero es un tributo a una diosa, Psyche, que, aparentemente, no tuvo un gran culto en laGrecia Antigua; Keats promete a Psyche construirle un santuario para realizarle culto.
En el segundo, "Oda a una urna griega", intenta hablar con una urna que descubre en un museo, sorprendido por el misterio suspendido en la eternidad de lo que revela; la urna le responde con las palabras siguientes «la belleza es la verdad, la verdad es belleza, esto es todo... lo que necesitas saber»
En "Oda a un ruiseñor", el yo lírico se eleva entre los árboles, para reunirse con el ruiseñor que allí canta; eso le sirve para comparar la naturaleza eterna y transcendental de los ideales con la fugacidad del mundo físico: el poeta, que se siente morir, ansía esa eternidad.
La tuberculosis obligó a Keats a mudarse a Italia, pero la enfermedad acabría con la vida del poeta el 23 de febrero de 1821.
Su amiga Mary Shelley escribió un poema, Adonaís, para él. Su cuerpo se encuentra en Roma, en el cementerio protestante donde figura el epitafio: “Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua”…
Keats fue uno de los poetas ingleses más representativos del Romanticismo, su estilo está bañado de imaginación y melancolía. Uno de los principales temas es el miedo a la muerte, lo efímero de la existencia.
Obras de John Keats
Sobre la primera vez que vi el Homero de Chapman (1816)
Sueño y poesía (1816)
Endymion: un romance poético (1817)
Hyperion (1818)
La víspera de Sta. Agnes (1819)
La estrella brillante (1819)
La mujer hermosa sin gracia: una balada (1819)
Oda a Psyche (1819)
Oda a un ruiseñor (1819)
Oda sobre una urna griega (1819)
Oda a la melancolía (1819)
Oda a la indolencia (1819)
Lamia y otros poemas (1819)
Al otoño (1819)
La caída de Hyperion: un sueño (1819)
oda a una urna griega
¡Oh tú, inviolada novia del reposo! |
Tú, hija del Silencio y el espacioso Tiempo, |
historiadora rústica que sabes expresar |
un cuento de un modo más dulce que esta rima. |
¿Qué leyenda ornada de hojas te rodea |
de dioses o mortales, o se trata de ambos, |
en Tempe o los valles de la Arcadia? |
¿Qué hombres o dioses esos? ¿Qué reacias doncellas? |
¿Qué búsqueda insensata? ¿Qué esfuerzo por huir? |
¿Qué caramillos y panderos? ¿Qué éxtasis? |
|
|
Melodías que han sido escuchadas son dulces, |
inauditas son más: sonad pues, caramillos, |
pero no en el oído, sino más seductores, |
tocad para el espíritu cancionetas sin tono. |
Hermosísima joven, nunca cesa tu canto |
debajo de esos árboles que no pierden sus hojas; |
intrépido amante, nunca logras tu beso |
aun estando tan cerca; pero no te lamentes, |
ella no ha de esfumarse aunque no halles tu dicha, |
¡amarás para siempre y será siempre hermosa! |
|
|
|
Felicísimas ramas que ni aun despediros |
podéis de vuestras hojas ni de la primavera; |
y músico feliz que incansable interpretas |
para siempre canciones nuevas ya para siempre; |
¡amor más que feliz!, ¡más que feliz amor!, |
para siempre cálido y presto a ser disfrutado, |
para siempre anhelante y para siempre joven. |
Aquí todo respira pasión sobrehumana |
que deja el corazón apenado y ahíto, |
abrasando la frente y la lengua reseca. |
|
|
|
¿Quiénes son los que vienen hacia el sacrificio? |
¿A qué verde altar, extraño sacerdote, |
guías esa novilla que muge a los cielos |
con sus sedosos flancos ornados de guirnaldas? |
¿Qué pueblecillo próximo a un río o al mar, |
o alzado en la montaña con su alcázar pacífico, |
se vacía de gente esta pía mañana? |
Pueblecillo, tus calles en silencio |
estarán para siempre y ni un alma que diga |
por qué estás tan desierto ha de tornar. |
|
|
|
¡Oh pieza ática! ¡Qué bellamente |
dispones sobre el mármol excelentes varones |
y labradas doncellas junto a hierbas y ramas! |
Tú excedes, callada forma, al pensamiento |
como la eternidad. ¡Oh fría Égloga! |
Cuando la edad consuma esta generación |
continuarás en medio de otro dolor que el nuestro |
como amiga del hombre al que dices: |
"la belleza es verdad, la verdad es belleza; |
esto es cuanto sabes y saber necesitas". |
|
domingo, 13 de febrero de 2011
Fuentes artísticas de la urna de J.Keats.
"Oda a un ruiseñor"
Oda a un Ruiseñor
Me duele el corazón y un pesado letargo
aflige a mis sentidos, tal si hubiera bebido
cicuta o apurado un opiacio hace sólo
un instante y me hubiera sumido en el Leteo:
y esto no es porque tenga envidia de tu suerte,
sino porque feliz me siento con tu dicha
cuando, ligera dríade alada de los árboles,
en algún melodioso lugar de verdes hayas
e innumerables sombras
brota en el estío tu canto enajenado.
¡Oh, si un trago de vino largo tiempo enfriado
en las profundas cuevas de la tierra
que supiera a Flora y a la verde campiña,
canciones provenzales, sol, danza y regocijo;
oh, si una copa de caliente sur,
llena de la mismísima, ruborosa Hipocrene,
ensartadas burbujas titilando en los bordes,
purpúrea la boca: si pudiera beber
y abandonar el mundo inadvertido
y junto a ti perderme por el oscuro bosque!
Perderme a lo lejos, deshacerme, olvidar
que entre las hojas tú nunca has conocido
la inquietud, el cansancio y la fiebre
aquí, donde los hombres tan sólo se lamentan
y tiemblan de parálisis postreras, tristes canas,
donde crecen los jóvenes como espectros y mueren,
donde aun el pensamiento se llena de tristeza
y de desesperanzas, donde ni la Belleza
puede salvaguardar sus luminosos ojos
por los que el nuevo amor perece sin mañana.
¡Lejos! ¡Muy lejos! He de volar hacia ti.
No me conducirán leopardos de Baco
sino unas invisibles y poéticas alas;
aunque torpe y confusa se retrase mi mente:
¡ya estoy contigo! Suave es la noche
y tal vez en su trono aparezca la luna
circundada de mágicas estrellas.
Pero aquí no hay luz, salvo la que acompaña
desde el cielo el soplo de la brisa cruzando
el oscuro verdor y veredas de musgo.
No puedo ver qué flores hay a mis pies
ni el blando incienso suspendido en las ramas,
pero en la embalsamada oscuridad presiento
cada uno de los dones con los que la estación
dota a la hierba, los árboles silvestres, la espesura:
pastoril eglantina y blanco espino,
violetas marcesibles recubiertas de hojas
y el primer nuevo brote de mediados de mayo,
la rosa del almizcle rociada de vino,
morada rumorosa de moscas en verano.
A oscuras escucho. Y en más de una ocasión
he amado el alivio que depara la muerte
invocándola con ternura en versos meditados
para que disipara en el aire mi aliento.
Ahora más que nunca morir parece dulce,
dejar de existir sin pena a medianoche
¡mientras se te derrama afuera el alma
en semejante éxtasis! Seguiría tu canto
y te habría escuchado yo en vano:
a tu requiem conviene un pedazo de tierra.
¡No conoces la muerte, Pájaro inmortal!
No te hollará caído generación hambrienta.
La voz que ahora escucho mientras pasa la noche
fue oída en otros tiempos por reyes y bufones;
tal vez fuera este mismo canto el que una senda
encontró en el triste corazón de Ruth, cuando
enferma de añoranza, se sumía en el llanto
rodeada de trigos extranjeros,
la misma que otras veces ha encantado mágicas
ventanas que se abren a peligrosos mares
en prodigiosas tierras ya olvidadas.
¡Olvidadas! El mismo tañer de esta palabra
me devuelve, ya lejos de ti, a mi soledad.
¡Adiós! La Fantasía no consigue engañarnos
tanto, duende falaz, como dice la fama.
¡Adiós! Tu lastimero himno se desvanece
al pasar por los prados vecinos, el tranquilo
arroyo y la colina; ahora es enterrado
en los calveros del cercano valle.
¿He soñado despierto o ha sido una visión?
Ha volado la música. ¿Estoy despierto o duermo?